La sombra persistente de lo que no fue: la final del PSG y la paradoja de Mbappé

El París Saint-Germain está a un partido de inscribir su nombre en la historia del fútbol europeo, una hazaña que lo convertiría en el segundo club francés en conquistar la Liga de Campeones desde el mítico triunfo del Marsella en 1993. Su victoria en semifinales sobre el Arsenal, un equipo que había derrotado contra todo pronóstico al Real Madrid en su camino hacia la final, demuestra la fuerza colectiva y la inteligencia táctica que lo han impulsado hasta la gran final de Estambul contra el Inter de Milán.

Y sin embargo, mientras el champán se enfría y los fieles parisinos sueñan con levantar por fin ese esquivo trofeo de orejas grandes, una peculiar corriente de escrutinio rodea a una figura que, durante tanto tiempo, definió esta era del PSG: Kylian Mbappé.

Las estadísticas de Mbappé han sido indiscutiblemente espectaculares. Se marchó de París como el máximo goleador histórico del club, campeón habitual de la Ligue 1 y jugador cuya velocidad y remate devastador han aterrorizado a las defensas de todo el continente.  Su brillantez individual ha sido una constante, un resumen de lo más destacado que esperaba suceder en cada partido que jugaba.  

Pero la historia, como suele ocurrir en el implacable mundo del fútbol de élite, se está reescribiendo en su ausencia. El tan anunciado fichaje de Mbappé por el Real Madrid el verano pasado, una transferencia largamente esperada y finalmente realizada, hasta ahora ha dado como resultado... bueno, no un trofeo de la Liga de Campeones. De hecho, su equipo madrileño, a pesar de sus goles y destellos de brillantez, fue humillado por el Arsenal en la misma competición que el PSG está a punto de ganar.

Esto crea una yuxtaposición fascinante, y quizás incómoda. El PSG, liberado de la atracción gravitatoria de las exigencias individuales de Mbappé y quizás envalentonado por un nuevo espíritu colectivo. 

«Echamos de menos a Kylian, es uno de los mejores del mundo y le deseo lo mejor porque es un gran amigo», declaró el portero Donnarumma a Prime Video tras el partido de semifinales. «El equipo está muy unido, lo estamos haciendo bien juntos. Nosotros (Italia) ganamos un Campeonato de Europa así, eso marca la diferencia en cualquier equipo». 

Como el propio Gianluigi Donnarumma insinuó, el PSG ha superado una difícil campaña de la Liga de Campeones con una unidad que en ocasiones parecía ausente durante los años de Mbappé.

Consideremos la trayectoria del Arsenal. No se esperaba que llegaran tan lejos, a las semifinales de la Liga de Campeones. Un equipo que había logrado remontar tras años de mediocridad, impulsado por la meticulosa reconstrucción de Arteta y un núcleo joven y dinámico, demostró una gran determinación y flexibilidad táctica para superar al actual campeón de Europa. 

Su enérgica actuación contra el PSG, incluso con un delantero improvisado como Mikel Merino sustituyendo a los delanteros titulares lesionados, puso de manifiesto que se trata de un equipo en ascenso, que llama con fuerza a las puertas de la élite europea. Su incapacidad para superar ese umbral —fruto de las heroicidades de Donnarumma y los momentos decisivos del PSG— no debe restar mérito a su progreso, pero sí pone de relieve la implacabilidad que se requiere a este nivel.

Ahora, con el PSG a punto de lograr un triunfo histórico sin su antiguo talismán, las preguntas sobre el impacto de Mbappé en la dinámica del equipo parisino no harán más que intensificarse. ¿Acaso la fuerza de su personalidad y la atención constante que se prestaba a sus logros individuales frenaron sin querer el crecimiento colectivo del equipo? ¿Fue el marco táctico, a menudo orientado a maximizar su explosivo talento, un factor limitante en su búsqueda de la gloria europea?

Es una valoración dura, sobre todo para un jugador que ha dado tanto al club y ha protagonizado innumerables momentos mágicos. Pero la cruda realidad del fútbol de alto nivel a menudo exige un análisis tan frío. Si el PSG, bajo una nueva dinámica, logra lo que no pudo con Mbappé al mando —el máximo galardón del fútbol europeo—, la narrativa cambiará inevitablemente.

El contexto histórico añade otra capa de intriga. La larga espera de Francia por una segunda corona de la Liga de Campeones ha sido un tema de conversación constante. La controvertida victoria del Marsella hace tres décadas sigue siendo un hito solitario. Que el PSG finalmente se una a ellos, y lo haga inmediatamente después de la marcha de Mbappé, sería un acontecimiento trascendental, un posible punto de inflexión en la historia del club y, quizás, de forma menos directa, en la percepción del legado de Mbappé en París.

La etapa de Mbappé en el PSG estuvo llena de récords, dominio nacional y tentadores atisbos de gloria en la Liga de Campeones. Llevó al equipo a su primera final en 2020, un hito significativo. Pero la validación definitiva, el trofeo que realmente eleva el estatus de un jugador y un club, seguía siendo esquiva.

Si el PSG levanta el trofeo en Estambul, la narrativa no girará en torno a los espectaculares récords goleadores de Mbappé ni a su brillantez individual con la camiseta del PSG. Se centrará en el equipo que finalmente logró el éxito, el colectivo que consiguió lo que la suma de sus superestrellas no pudo lograr. Esto planteará preguntas incómodas sobre si la era Mbappé, a pesar de toda su emoción, finalmente se quedó corta en su ambición europea, y si, al marcharse, inadvertidamente allanó el camino para que el club alcanzara finalmente su destino definitivo.

Esto no pretende restar mérito al inmenso talento de Mbappé ni a sus contribuciones al PSG. Pero, ante la perspectiva de una posible gloria en la Liga de Campeones sin él, la sombra persistente de lo que no fue durante su etapa en el club se alargará inevitablemente, convirtiéndose en una nota al pie compleja y quizás poco halagüeña en la por lo demás deslumbrante historia de sus años parisinos. La paradoja de un talento individual fenomenal incapaz de conseguir el máximo trofeo por equipos, que podría ser sucedido por el mismo equipo que abandonó, es un giro narrativo incómodo, pero innegablemente fascinante e irónico.

Jeffrey Bissoy-Mattis

Como narrador experimentado, he dedicado mi carrera a crear historias atractivas que informan, inspiran y entretienen. Con experiencia en periodismo, podcasting y emprendimiento, he tenido el privilegio de trabajar con una amplia variedad de personas, desde altos ejecutivos y celebridades hasta activistas de base y héroes cotidianos.

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