En mayo, USA Today publicó un titular que se sintió como un golpe bajo para una liga que apenas comenzaba a encontrar su camino: "La WNBA sin Caitlin Clark: la liga se siente herida". Era una narrativa clásica de "ay de mí", pintando una imagen de una liga en soporte vital sin su nueva superestrella. La suposición era simple y, francamente, perezosa: Clark trajo las miradas, y si no está en la cancha, todo el castillo de naipes se derrumba.
Bueno, resulta que ese titular se ha agriado como una caja de leche olvidada.
Todos conocemos la historia de la temporada pasada. Caitlin Clark irrumpió en escena, trayendo consigo una ola de audiencia con la que la WNBA solo había soñado en sus primeros 27 años. Los índices de audiencia se dispararon. Los precios de las entradas se fueron por las nubes. Fue un momento cultural, impulsado por una de las atletas más atractivas de la historia reciente.
Pero, ¿esta temporada? Es una historia diferente. Clark ha estado fuera por una parte significativa de los partidos. Otros nombres importantes—Breanna Stewart, Angel Reese, Napheesa Collier—también han perdido tiempo. Si la vieja narrativa se mantuviera, la liga debería estar en caída libre. El revuelo debería haberse ido.
Pero no es así. Es todo lo contrario.
Los índices de audiencia están subiendo, otra vez. Los partidos en ESPN están viendo aumentos en el número de espectadores, y las transmisiones de ABC han subido un asombroso 17% con respecto a la temporada pasada. La asistencia es fuerte, impulsada por la nueva franquicia de expansión, las Golden State Valkyries, que están vendiendo todas las entradas de sus partidos en casa y promediando más de 18,000 aficionados.
Esta es la conclusión. La WNBA no solo está sobreviviendo sin su estrella más grande, sino que está prosperando.
Y esa es la señal más importante para la salud a largo plazo del juego. Clark fue el pararrayos, el catalizador que la liga necesitaba para que la gente sintonizara. Trajo nuevos aficionados a la fiesta, pero aquí está la clave: esos aficionados no vinieron solo por ella. Vinieron por el producto. Y les gustó lo que vieron. Vieron a jugadoras como A'ja Wilson, Sabrina Ionescu y Jewell Loyd. Vieron baloncesto de alto nivel y competitivo. Vieron rivalidades que son más profundas que los titulares de un solo día.
La WNBA hizo lo que una liga inteligente hace. Capitalizó el momento. Mostró su profundidad, su talento y la naturaleza dura y atractiva de su juego. El crecimiento ya no se siente como una fase temporal, un momento viral que se desvanecerá con el siguiente ciclo de noticias. Se siente real. La liga es más grande que cualquier jugadora, y esa es la señal más clara de que el baloncesto femenino finalmente ha alcanzado el siguiente nivel.




0 Comentarios